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Imagínate en una enorme plaza ocupada por edificios señoriales, con turistas y políticos por todas partes, y todo el mundo en busca de un tentempié, una copiosa comida o la experiencia culinaria más exclusiva de su vida. Pues enhorabuena, porque estás en Bruselas, la capital de facto de la Unión Europea y uno de los destinos gastronómicos más interesantes de todo el mundo.
Antes de empezar a ingerir calorías (porque eso, hazte a la idea, es inevitable en esta ciudad), ten en cuenta que Bruselas es mucho más que comida. Por ejemplo, hay una estatua de un niño orinando en una fuente. Te sonará a broma, pero el Manneken Pis es una de las atracciones más conocidas de la ciudad, y mucho más que una simple fuentecita. Es un indicador muy relevante sobre el carácter de Bruselas y sobre él hay cantidad de simpáticas leyendas y tradiciones, como por ejemplo ponerle ropitas nuevas varias veces a la semana. Quien avisa, no es traidor: no te irás de Bruselas sin algún suvenir del Manneken Pis y entrañables recuerdos de la visita. Y ahora, por fin, pasamos a la comida.
Bruselas tiene siete restaurantes con estrella Michelin, pero si algo destaca de la cocina flamenca tradicional, ya de por sí casera y reconfortante, quizá sea la repostería y las delicatesen. Solo hay que pensar en todas esas delicias que tanto asociamos con Bélgica: chocolate belga, gofres belgas, coles de Bruselas. Vale, de acuerdo, las colas de Bruselas no son un postre y quizá no sea la más popular de las verduras, pero, para quienes les gustan, son toda una delicatesen. Tras hacer todas las visitas obligadas y consumir más chocolate de lo que creías humanamente posible, no olvides probar los mundialmente famosos pralinés de Bruselas. Y, cuando veas que ya no puedes comer más, será momento de pasarte a la cerveza. Bruselas es, casi oficialmente, la capital europea de la cerveza. Hay festivales, cervecerías, visitas guiadas, alegres pubs y patios donde degustar las cervezas artesanales más exquisitas de todo el mundo (al menos, en nuestra humilde opinión).
Si ves que se te empieza a ir la mano con la comida y la bebida, quizá mejor empezar con el turisteo, y en Bruselas hay opciones de sobra. Visita la preciosa e imponente Grand Place y, a continuación el Atomium, con sus mágicas esferas e interesantes exposiciones. Si te gusta Tintín, no te pierdas el Museo Hergé, a las afueras de la ciudad, y, si te animas a viajar un poco, a una hora de distancia está la gloriosa ciudad de Brujas.
Bruselas hay que disfrutarla con todo detalle, así que ponte en modo Hércules Poirot y disfruta de todos los matices y secretos que esconde la ciudad.
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